jueves, 5 de agosto de 2010

La panza asoma sobre el cinturón

¿Cuando me di cuenta que estaba obesa? Cuando ya no pude usar pantalones tiro alto.

Cómo me gustaba la figura esbelta que los pantalones tiro alto y una remera larga te devuelven en el espejo. Primero vas dejando los pantalones de jean, prefiriendo las calzas... luego... cuando alguna situación nos obliga a intentar meternos en ese bendito y mentirosamente elastizado jean... la panza queda afuera. ¿Y si te tirás sobre la cama, aguantás la respiración y con ayuda ajena lográs subir la cremallera? Rollos. Redondos y grandes, asomando por arriba del pantalón. Los benditos flotadores. Y sos un matambre. 

Supongamos  que aceptás tus medidas y te comprás un pantalón acorde. Llega un punto en esta enfermedad, en que el pupo siempre balconea, como si exigiera liberación. Todo queda por debajo de la panza, ropa interior, polleras, calzas, medias de nylon. Y ese es punto de inflexión en cualquier autoestima, te hacés cargo del problema o te terminás de hundir. 

Supongo que, indistintamente del género, cualquier persona con amor propio se deprimiría en dichas circunstancias... pero será porque soy mujer que me duele esto con mayor intensidad. La mujer es históricamente coqueta, algunas -como yo- solíamos seducir por naturaleza y es inevitable terminar preguntándose ¿cuando dejé de ser quién soy? Porque yo solía ser muy codiciada, modestia aparte, ¿cuando pasó? ¿cuando me puse de novia? ¿el amor engorda... o somos nosotros que desviamos la atención sobre nosotros en otra persona? ¿enamorarse implica una reorganización de prioridades... o en el inconsciente siempre es más cómodo encargarse de otro que de uno mismo?

Echarle la culpa al otro, es siempre más fácil, pero el 80% de las veces no es cierto... ($1200.- de terapia al año para descubrirlo). Cuesta mucho hacerse cargo. Cuesta -en una mujer- ir a comprarse ropa (pero eso lo dejo para otro post), cuesta encontrar la ropa adecuada para ir a trabajar sin aparentar 10 años más. Cuesta almorzar fuera de casa. Cuesta sentarse en el box de la oficina y ver como tu panza (que solía tener un peircing muy bonito en el ombligo) ahora se acomoda en varios pliegues, y empieza a marcarse dolorosamente sobre la piel esa marca colorada de la costura del jean y el redondel del botón. La Sra. Barriga exige liberación, se queda con pinchazos y ardores presionando ese botón, lo empuja, no lo quiere, no lo tolera, siente que la detiene... y no se quiere detener. Terminás desabrochándolo, con una angustia enmudecida en la garganta y esa sensación en el pecho... de condena irremediable. Estás desahuciado... y solo, porque es tu problema... y por más gente que quiera ayudar... como en cualquier adicción... para curarse es condición indispensable la voluntad del afectado.

1 comentarios:

Media Veronica dijo...

Hola!! Soy La Fox, paso a invitarte a mi nuevo espacio :)

http://mediaveronicablog.blogspot.com

Nos vemos en mi nuevo hogar!!

Publicar un comentario